11 ago 2008

Daniel Ortega y las Farc

Por: Cristina Chamorro

Después de leer el testimonio de Ingrid Betancourt sobre las crueldades infernales sufridas por ella y otros rehenes en manos de la FARC, es acertado hacer propia la conclusión de Mario Vargas Llosa en su artículo ''Operación Jaque'', quien dice: ``Esperamos que nadie --nadie que no sea imbécil o cómplice-- pretenda todavía presentar a las FARC como romántico movimiento de idealistas que han tomado las armas para luchar por la justicia y la igualdad de los colombianos''.


Tras el espectacular rescate de los secuestrados, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, rectificó su posición con pragmatismo, a pesar de su evidente complicidad encontrada en las computadoras incautadas a los terroristas. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, inmediatamente se sumó al repliegue táctico de Chávez. Ambos mandatarios ahora públicamente piden a las FARC desarmarse y entregar sus rehenes sin condiciones.


Para vergüenza de Nicaragua, el presidente Daniel Ortega es el único jefe de Estado que se quedó solo en su cruzada a favor de la barbarie de sus llamados ''hermanos'' terroristas de las FARC. ¿Por qué este suicidio político de Ortega? ¿A qué apuesta con su obsesión de apadrinar una organización internacionalmente catalogada de criminal? ¿Adónde va su complicidad con el narcoterrorismo? ¿Por qué se identifica tanto con el ''infierno verde'' descrito por Ingrid?


La propia Ingrid en su testimonio nos da la respuesta a una de estas preguntas: ¿Por qué Ortega se identifica con los terroristas de las FARC como hermanos? Betancourt dice que las FARC es una organización de ''autistas'' quienes sólo se escuchan a ellos mismos, en este caso, en el lenguaje de la violencia y del terror o, como Ortega lo diría en su idioma, con el ``acero de la guerra''.


Según los especialistas, el autismo es una enfermedad del cerebro que se caracteriza por un comportamiento repetitivo, intereses limitados u obsesivos; incapacidad para comprender el dolor de los demás y su entorno social. Usan lenguaje estereotipado, son poco flexibles y apegados a rutinas específicas o ritos. Les gusta aislarse con tendencia a no escuchar a los otros. En Nicaragua y el mundo hay miles de víctimas del autismo, que merecen nuestra solidaridad y compasión.


Sin embargo, los casos de las FARC y Ortega son diferentes porque es un autismo político, con un alto ingrediente de culto a la personalidad y actúan desde una visión de guerrilleros, al margen de la sociedad y la realidad mundial. Ellos manejan instrumentos de poder y en su desorden mental los utilizan en contra de dos pueblos inocentes: el colombiano y el nicaragüense. Ortega se ve a sí mismo como un miembro ''hermano'' más de las FARC, porque comparten la obsesión de vivir en un estado de guerra contra la democracia y la libertad de sus pueblos.


Ortega en su hermandad con los narcoterroristas de Colombia encuentra una oportunidad más para crear tensiones al interior del país, poner a la defensiva a los nicaragüenses con la pretensión de agotarnos y tener otra excusa para atacar a la comunidad cooperante que no lo respalda en su promoción del terrorismo. Con esto y su determinación de contaminar el diferendo limítrofe que Nicaragua y Colombia dirimen en la corte de La Haya, persigue justificar acciones para imponer sus dos obsesiones patológicas: revertir los avances democráticos y libertades públicas alcanzadas y crear un ambiente de guerra y caos para continuar en el poder en el 2011.


Por eso sus permanentes ataques a la libertad de expresión, últimamente con mayor presión sobre el emblemático diario La Prensa, expresiones de la obsesión que tiene por desmontar lo avanzado en 16 años de creciente conciencia democrática que no existía en los ochenta. Y por eso también ese continuo juego inventado de permanente confrontación social, con el que busca eventualmente poder instrumentalizar al Ejército de Nicaragua y a la Policía Nacional en políticas públicas de supuesta seguridad ciudadana y defensa de nuestra soberanía. Y en medio de esa anarquía y desorden introducir reformas constitucionales para su continuidad.


Ortega en su obsesión continuista no escucha a nadie. No tiene oídos ni siquiera para su rico padrino, el presidente Chávez, ni otros líderes del FSLN y menos para el clamor del pueblo por la inflación, la carestía y altos precios de los alimentos. Es claro que sin sus ''hermanos'' de las FARC, Ortega se queda solo con sus tambores de guerra y una excusa menos para atizar el conflicto nacional y regional que necesita para establecer en Nicaragua ese ''infierno verde'' de las FARC con 24 horas de cadenas al cuello de nuestras libertades públicas, cadenas de hambre y humillación que es lo que significaría el continuismo de Ortega en el poder.


Como dijo Ingrid, no descansemos hasta liberar a todos los secuestrados de la ignominia de la selva, rehenes símbolos de otros pueblos como Ortega quiere tener a Nicaragua.

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